No podía faltar a la boda de Eduardo, no solo por conocerle desde nuestros tiempos del cole y por llevar tres años sin verle, sino porque me avisó... ¡un año antes!, con lo que no había excusa que valiera para no tener reservado ese fin de semana: "ya puede ir el Papa a Santiago, pero el 21 de julio te quiero ver en Vitoria".
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Quedamos en la plaza de la Virgen Blanca, a dar un paseo con su familia y ponernos al día de nuestras cosas. Conocí a su tía Mª Teresa, compañera de guateques de Mamaita, y, ya en el hotel, a Maite, que estaba realmente nerviosa y emocionada mientras iba recibiendo a los invitados que en goteo constante llegaban.
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Muy bien lo pasé de cenita en el Arkupe, con Pere, Enric, Albert y señoras. Ellas decidieron irse a descansar, que tenían que madrugar para ir a la peluquería, y nosotros nos fuimos a tomar una copichuela por la zona vieja... hasta las 6 de la mañana... ejem...
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