Ya pasó un año desde que Calo, Miguel y yo anduvimos por las atracciones de la Alameda durante las fiestas de la Ascensión. Esta vez no nos subimos al Saltamontes ni a ninguna otra, pero Sonia, Andrés y yo no queríamos despedirnos de las fiestas sin al menos darnos una vuelta por allí y tomar unos churros.
Quedamos tarde, pasada la una de la mañana, para ir a la explanada en donde había un concierto. No estaba nada mal y después de escucharlo un poco, nos fuimos a contemplar ese curioso fenómeno cultural llamado Botellón. Muchísima gente había esa noche, la prensa al día siguiente dio la cifra de 30.000 jóvenes.
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