sábado, 23 de junio de 2007

Sábado 23 de junio, la hoguera de san Juan.

Hacía ya tiempo que se había quedado en que la noche de san Juan la pasaríamos en familia en Pantín. Iba a haber sardiñada y hoguera y muchos ya habían confirmado que en esa fecha estarían allí.
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Por la tarde empezó el goteo: cada vez que uno llegaba, era una alegría que vaticinaba que ese día lo recordaríamos con agrado. Empezaron los círculos de conversaciones que fortalecen los lazos familiares, en donde se habla de todo y uno integra en su ser lo que forma parte de la experiencia vital del otro.
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Hubo reparto de funciones: mientras las mujeres hacían la comida en el interior, los varones se encargaron de ir a buscar la leña para preparar las sardinas y la hoguera que, una vez iniciada la noche y como manda la tradición, saltaríamos.

El ritual de san Juan seguía y los presentes se agolpaban alrededor del fuego para dar cuenta a los demás de lo importante y lo vanal: José, Lolo, Papá, Sara, Pepe, Sesé, Marina, Sonsa, Bea, Mamaita y Carlos, que estaba hablando con Hipo y Pancho, aunque por culpa de las meigas no salieron en la foto.

Y empezó la comilona... Para no variar, había para un regimiento...

Cuando de noche se unieron a nosotros Mar y Xoan se inició el rito de saltar sobre el fuego. No es que fuera muy grande, pero calentaba de lo lindo y servía perfectamente para cumplir su función.

Entre salto y salto, hablamos por teléfono con los ausentes, para hacerles partícipes de ese día. Cuando consideramos que ya habíamos cumplido con la tradición, bajamos a casa de Sesé, a reponer fuerzas con unos chupitos alrededor de la mesa.

A Pepe le dio por contar chistes, en plan Eugenio, y la verdad es que nos reímos muchísimo. También estaba presente el loro, que desde su jaula en la cocina nos confirmaba que sabía imitar perfectamente la voz de Sesé cuando sonaba el teléfono.

Tan a gusto estábamos que no encontrábamos el momento de irnos. ¡Qué entrañables son las reuniones de familia!

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