martes, 8 de mayo de 2007

... y Pantín.

Y llegamos a Pantín, donde uno se siente rejuvenecido y desea que el tiempo pase muy lentamente. ¡Cuántos de mis cumpleaños habré celebrado yo allí! ¡Y el encuentro de toda la familia el día del santo de Madrina! Allí me rompí un diente haciendo equilibrismo sobre la base de una de las camas, allí nos atrincherábamos los primos en nuestras batallas de zapatos y jugando a Drácula con las botas de Padrino, allí nos ensuciábamos toreando a la Cojita... Ufff, para escribir un libro.
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¡Qué bonito era ver corretear a Laura por el jardín! Mucha gracia nos hizo ver su arrojo y valentía al acercarse a las gatas.
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Y Ari no se quedaba atrás con el "miau". Aquí esta en pose, como diciéndole a la gata: "¡Ey, toro! ¡Aquí, toro!", aunque también parece un soldado espartano en posición de combate.

Y Mamaita, que debía estar recordando todos los días pasados allí. Por teléfono llama muchas veces: "Estamos en Pantín", "Lo estamos pasando estupendamente con Sonsa y Pancho", "Estuvimos en casa de Sesé", "Han venido Lolo, Sara y José", "No queremos irnos de lo a gusto que estamos aquí". Si es que, a falta de Madrina, ¡quién mejor que Sonsa para unir a la familia!

No podía faltar la visita a la playa. Allí estuvimos una horita, en la que pude experimentar la sensación de ser el Rey León en medio de la sabana: viniendo de comer el rape en Cedeira me entró el sueño, y allí estaba yo, tumbado en la arena mientras Silvita, cual leona responsable, se encargaba de cuidar de las dos cachorillas con ayuda de Miguel, también Rey León pero cuya responsabilidad de padre le hizo evitar la siesta. ¡Perdona Silvita, que ya me conoces!

¡Qué bonitos recuerdos! El pozito, la arena blanca, el ruido de las olas y las gaviotas, las anguilas que cogíamos en el riachuelo... ¡Todo! Yo no me cansaba de mirar hacia el océano.

Y por la tarde, después de comer en Cedeira, las sorpresas: llegaron Sara y Pepe, a quienes hacía mucho tiempo que no veía. Se ausentaron un poco, pero volvieron para acompañarnos al resto de los que estábamos en esas añoradas conversaciones familiares alrededor de la mesa en la cocina.

Y Marina y Lolo, que me recordaron que no me veían desde la boda de Bea e Hipo... ¡Qué vergüenza! ¡Con la cantidad de buenos recuerdos que tengo en su compañía! Tantos, que hasta hubo un tiempo en que pasaba por hijo suyo.

Después llegaron Sesé y Mar, que nos contaron con detalle su reciente viaje a la India, para ir a ver a Carlos y, de paso, conocer lo que pudieran de tan grande y distinto país. Me hubiera gustado poder presumir de ellas en este blog, pero esta vez no pudo ser: ¡Me quedé sin batería en el móvil! Con lo que ¡ya hay excusa para repetir!

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